El problema cristiano
Debemos distinguir el Cristianismo de las demás religiones monoteístas pues, a pesar de que se haya convertido en un ejemplo típico cle las religiones de la ciudad, no es cierto que represente las enseñanzas reales del mismo Cristo al que apela. El mensaje de Jesús se opone al de Moisés y, más tarde, al de Mahoma. Parece, haber sido un mensaje de liberación y de revuelta contra un judaísmo convertido en monoteísta,desecado, ritualista, puritano, farisáico, inhumano. En su forma romana, el Cristianismo se opuso, primero, a la religión del Estado. No sabemos gran cosa de las fuentes de la enseñanza de Jesús, de su iniciación, de su estancia en el «desierto», hacia Oriente. El mito cristiano parece muy vinculado a los mitos dionisíacos. Jesús, como Skanda o Dionisos, es hijo del Padre, de Zeus. No tiene esposa.. Sólo la diosa madre,encuentra lugar a su lado. Está rodeado por sus fieles, por sus bhaktas que son gente deI pueblo, pescadores. Su ensefianza se dirige a los humildes, a los marginales. Acoge a las prostitutas, a los perseguidos. Su rito es un sacrificio. En la tradición órfica, la pasión y la resurrección de Dionisos ocupan un lugar central. A través del Orfismo, numerosos «milagros» de Dionisos se atribuyeron a Jesús. Distintos aspectos de la leyenda del Dionisos órfico se encuentran también en la vida de Jesús. El paralelismo es evidente entre la muerte y la resurrección del dios y la de Cristo.
Los mitos y los símbolos vinculados con el nacimiento de Jesús -su bautismo, su entorno, su entrada en Jerusalén a lomos de un asno, la Cena (rito del banquete y del sacrificio), la Pasión, la muerte, la resurrección, las fechas y la naturaleza de las fiestas, el poder de curar, de transformar el agua en vino, evocan inevitablemente los precedentes dionisíacos.
Parece pues que la iniciación de Jesús haya sido una iniciación órfica o dionisíaca, y no esénia como a veces se ha sugerido . Su mensaje, que representa una tentativa de regreso a la tolerancia, al respeto por la obra del Padre Creador., fue por completo desnaturalizado tras la muerte de Jesús. El Cristianismo ulterior es, en efecto, exactamente, su opuesto, con su imperialismo religioso, su papel político, sus guerras, sus masacres, sus torturas, sus hogueras, sus persecuciones de los heréticos, su negación del placer, de la sexualidad, de todas Ias formas de la experiencia del goce de lo divino. Eso no es aparente en sus orígenes. Los cristianos fueron acusados de sacrificios sangrientos, de ritos eróticos y orgiásticos. Es difícil saber en qué se basaban tales acusaciones. Se repetirán más tarde en lo concerniente a las organizaciones de carácter místico, iniciatico, más o menos secretas, que intentaron perpetuar el Cristianismo original. Tales sectas tienden siempre a reaparecer en el munclo cristiano, aun cuando si, separadas de su tradición original, se trata con frecuencia de ingénuas tentativas, fácilmente explotadas y pervertidas.
Encontramos de nuevo el simbolismo trinitario hindú en la base de la Trinidad Cristiana. El Padre, por el mismo hecho de tener un Hijo, representa el principio generador, Shiva, el Falo. El hijo es el protector que se encarna en el mundo para salvarlo, como Vishnú y sus avatarâs. El Espíritu Santo -que procede del Padre y del Hijo-, es la chispa que une ambos polos. Es llamado Brahmá, la Inmensidad. El Hijo, como Vishnú, es el equivalente de Shakti, el principio femenino, la Diosa. por lo tanto, y en cierto modo, es andrógino. Su culto se mezcla con el de la Virgen Madre: Los esfuerzos de la Iglesia para disimular sus fuentes han desembocado en el olvido del significado del mito cristiano y conducido a interpretaciones materialistas psudo-históricas, desprovistas de todo sentido universal.
El Politeísmo sigue, sin embargo, subyacendo en el mundo cristiano donde, sencillamente, se reemplazan los nombres de los antiguos dioses por nombres de santos. Como el Budismo Maháyána, el Cristianismo ha asimilado numerosos ritos, símbolos y prácticas de los antiguos cultos que ha substituido. No existe~prácticamente santuario cristiano alguno que esté dedicado a
El Cristianismo sólo se convirtió en una religión importante a partir del momento en que sirvió de instrumento al poder imperial de Roma. Durante mucho tiempo, el Dionisismo y sus variantes le disputaron la primacía. No olvidemos que las Dionisíacas de Nonnos datan del siglo v de nuestra era. A partir del siglo iv, Constantino decidió utilizar a la Iglesia como medio de unificación del Imperio. La historia religiosa del mundo y la evolución del propio Cristianismo habrían sido muy distintas si la elección política no hubiera recaído en esa fe nueva.
El Cristianismo se convirtió en un instrumento de conquista y de dominación del mundo, como lo había sido el Budismo para los emperadores indios. Esta forma de acción se ha perpetuado hasta nuestros días, permitiendo eliminar los cultos y los dioses autóctonos de Europa y del Medio Oriente, y más tarde extender esta acción al mundo entero, privando a los pueblos de sus dioses y, por lo tanto, de su fuerza, de su personalidad, y reduciéndolos a un estado de dependencia moral y ritual, preludio de su completa anexión y asimilación. América «latina» es un ejemplo reciente. El Islam y, luego, el Marxismo han tomado hoy el relevo.
Los misioneros cristianos, enviados con frecuencia por gobiernos ateos, como fue el caso de Francia -que, además, durante la III República, había expulsado a las congregaciones religiosas-, han sido el más poderoso elemento de despersonalización de los pueblos conquistados y de su esclavización por el conquistador. La excusa religiosa permitió el exterminio de los elementos refractarios que permanecían afectos a su cultura, a sus tradiciones, a sus dioses. El Cristianismo ulterior, «religión típica del Kali Yuga» (. J. Evola, Le Yoga tantrique, pág. 19.), es casi la antítesis de lo que sabemos de las enseñanzas de Cristo. Representa, esencialmente, la religión de la ciudad, de carácter social y moralista. «Si separamos el Evangelio dé la Iglesia, éste se vuelve loco», escribía Jean Danielou en su último libro, mostrando hasta qué punto la Iglesia se ha alejado del mensaje de Jesús, mensaje que, de hecho, rechaza o ignora.
El Islam ha utilizado el mismo monoteísmo primario y el mismo puritanismo agresivo como medios de conquista y de dominio. En la India, sometida a la dominación islámica, y luego cristiana, el Sikhismo de inspiración musulmana, luego el Arya Samáj de Dayánanda Sarasvati y el Brahmo Samáj de Devendranath Tagore (padre del poeta) y, por fin, el Gandhismo con sus tendencias monoteístas, su puritanismo, su sentimentalidad inspirada en los misioneros cristianos, son manifestaciones recientes de estas mismas tentativas de adaptación de la religión tradicional adaptándose a los prejuicios sociales de los conquistadores para, según dicen, poder combatirlos mejor. Eso, sin embargo, iba a desembocar en tragedias culturales y humanas. El culto marxista, que hoy tiende a reemplazar al Cristianismo, sólo se interesa por el hombre social e impide su florecimiento individual. Representa la culminación de esta tendencia. Es la antítesis absoluta del Shivaísmo y del Dionisismo.
¿Es recuperable el mensaje de Jesús? No es imposible. Para ello sería necesario el regreso a un Evangelio menos selectivo y el redescubrimiento de cuanto la Iglesia, cuidadosamente, ha ocultado y destruido de sus fuentes, y de su historia, incluidos los textos evangélicos llamados apócrifos, algunos de los cuales son más antiguos que los Evangelios reconocidos por la Iglesia. Eso permitiría regresar a lo que pudo ser en realidad la enseñanza de Cristo, es decir, una adaptación a un mundo y una época particulares de la gran tradición humana y espiritual,cuya herencia representan el Shivaísmo y el Dionisismo. Sólo más tarde, el Cristianismo original se separó de sus fuentes por completo. Durante mucho tiempo abrigó sectas secretas y místicas que prosiguieron con las prácticas dionisíacas. No está excluido que pueda reencontrar su sentido primordial . Despojado de los falsos valores que, desde san Pablo, han rodeado su enseñanza, la persona de Cristo puede reincorporarse, eventualmente, a la tradición shivaíta-dionisíaca. Eso, evidentemente, sólo podría hacerse al margen de quienes osan pretender que son los representantes de «Dios» en la tierra y los intérpretes exclusivos de «Su» voluntad. Una religión verdadera sólo puede basarse en un humilde respeto por la obra divina y su misterio. Es extraño que, hoy en día, sea la ciencia atea, en sus esfuerzos por comprender sin prejuicios la naturaleza del mundo y del hombre, la que esté menos alejada de una verdadera religión que el aberrante dogmatismo de los cristianos.
< Se dice que el Occidente moderno es cristiano, pero esto es un error. El espíritu moderno es anti-cristiano porque es, esencialmente, anti-religioso... El Occidente fue cristiano en la Edad Media, pero ya no lo es.» ( René Guénon, La Crise du monde moderne, págs. 111-112.) En efecto, a partir del año 1000 aproximadamente, aparece la idea de que el hombre es capaz de dominar el mundo, de rectificar la creación, de echarle, en cierto modo, una mano a Dios. Eso supone una profunda transformación en la actitud del mundo cristiano. Por lo tanto, al margen de las iglesias, el Cristianismo podría convertirse de nuevo, volviendo a sus fuentes, en una religión verdadera, es decir, universal- una religión del hombre completo, del hombre que recupera su lugar en el mundo natural y restablece sus relaciones con el mundo de Ios espíritus, de la naturaleza y de los dioses. El último que lo comprendió, en el mundo cristiano, fue San Francisco de Asís. Una religión es, en principio, un método, un modo de aproximarse a lo divino. Una verdadera religión no puede ser exclusiva, no puede pretender que tenga la única verdad, pues la realidad divina tiene múltiples aspectos, y las vías que conducen a lo divino son innumerables.
El regreso de Dionisos
El Shivaísmo representa el legado de experiencias religiosas y humanas acumuladas desde los orígenes de la humanidad.. Su codificación, tal como la conocemos, sólo se hizo necesaria cuando el desarrollo de las civilizaciones urbanas importantes puso en peligro el equilibrio del orden natural.
Según la doctrina de los Tantras, el culto a Shiva-Dionisos y las prácticas del Tantrismo son las únicas vías abiertas para la humanidad en la Edad de los Conflictos en la que, ahora, se encuentra. Sin un retorno al respeto por la naturaleza y a la práctica de los ritos erótico-mágicos, que permiten el florecimiento del ser humano y su armonización con los demás seres, la destrucción del conjunto de la especie humana no puede tardar. Sólo los fieles del dios podrán sobrevivir y dar origen a una nueva humanidad.
Todas las religiones que se han opuesto al Shivaísmo, al Dionisismo, a las sectas místicas, han acentuado las tendencias que conducen a la destrucción de la armonía del mundo. Cada retorno a concepciones shivaítas -aun cuando sólo se trate de una tendencia- equivale a una nueva era de equilibrio y creatividad. Los grandes períodos del arte, de la cultura, están siempre vinculados a un renacimiento erótico-místico.
A lo largo de toda la historia, el Shivaísmo ha seguido siendo, en la India, la religión del pueblo. Recuperó gradualmente un lugar importante en la vida religiosa de las clases altas gracias al Tantrismo. Se infiltró, también, en el mundo budista en forma de Maháyána. Apareció vivificado, aproximadamente en la misma época, en el mundo egipcio, en Oriente Medio, en Grecia y en Italia. El culto a Dionisos, como el dios, renace siempre de sus cenizas.
Muchas veces, a lo largo de las edades, la tradición eterna, ligada al culto de Shiva-Dionisos, fue vencida por religiones nuevas, surgidas de las ilusiones y las ambiciones de los hombres. Sin embargo, ha reaparecido siempre, ha nacido otra vez de sus cenizas, como debe renacer en la edad moderna
En nuestros días,las condiciones parecen favorables para iniciar un regreso hacia las concepciones tradicionales del Shivaísmo. Incluso en el mundo occidental, donde las supervivencias dionisíacas han sido ferozmente perseguidas, se advierte un regreso instintivo hacia los valores shivaítas. Cierto instinto de supervivencia en un mundo amenazado aparece en formas veleidosas como la ecología, la rehabilitación de la sexualidad, ciertas prácticas de Yoga. la búsqueda de estados extáticos por medio de las drogas. Tales veleidades, por lo general desviadas y pervertidas son, sin embargo, indicios de una necesidad profunda de encontrar una aproximación al mundo, al hombre, a la vida, que se base en valores reales, es decir, adecuada a la verdadera naturaleza del hombre y a su papel en la creación. Tales formas de experiencia no hallarán su lógica y su florecimiento más que en un regreso al dionisismo. Este retorno exige el reconocimiento de ciertos principios fundamentales, pues con su ayuda puede ser posible recuperar las bases de una civilización verdadera y contribuir, así, a limitar los desastres de un aberrante antropocentrismo. Estos principios, tal como pueden ser resumidos sobre la base de los datos shivaítas, son los siguientes:
1. - La creación es una. Los distintos aspectos del mundo, del ser, de la vida, del pensamiento, de la sensación, están indisolublemente ligados y son interdependientes. Las ciencias, las artes, los sistemas sociales y religiosos sólo son válidos como distintas aplicaciones de los principios comunes.
2.-El ser humano es uno. No puede ser dividido en cuerpo, espíritu y alma..No pueden separarse las funciones vitales de los elementos emotivos e intelectuales, las actividades del cuerpo físico de las de lo mental. Nuestras creencias, que con fre'cuencia tienen el carácter de pasiones irrazonadas, y las tendencias de nuestro pensamiento son dirigidas por fuerzas ocultas que nos habitan y de las que debemos tomar consciencia para poder controlarlas.
3. - La vida es una, No hay separación entre el vegetal, el animal y el humano. Son interdependientes y su supervivencia común depende del respeto a su armonía, en la que nadie debe asumir un papel depredador, nadie debe arrogarse el derecho-a alterar el equilibrio de la naturaleza.
4- Los dioses, los espíritus sutiles y los seres vivos surgidos de los mismos principios, están indisolublemente ligados. Los dioses y las energías sutiles están presentes, en el mundo, por todas partes y en nosotros mismos. Al ser vivo no le es posible esperar o concebir el principio causal más allá de sus múltiples manifestaciones. Para el hombre no existe el Dios único, sino múltiples dioses.
5. - La verdad es una. No existe una sabiduría oriental y otra occidental, una ciencia que se oponga a la religión. Sólo puede tratarse de distintas formas de la misma búsqueda. Las religiones sólo son válidas en la medida en que representen los esfuerzos del hombre para aprehender lo divino, para comprender la naturaleza del mundo, para desempeñar mejor el papel que le corresponde en el conjunto de la creación. Es una búsqueda que debe permanecer siempre abierta, que no puede expresarse con dogmas intangibles.
Según los textos órficos y pitagóricos, durante la segunda parte de la Edad de Hierro, el Kali Yuga, debe reaparecer la supremacía de Dionisos y sólo sigue siendo válida la forma de religión que representa su culto. Esta es, también, la afirmación del Shivaísmo. Sólo los métodos del Yoga tántrico son eficaces en esta edad en la que los valores se confunden y los ritos, el ascetismo y las v'irtudes de las demás edades no tienen efecto. Podemos observar que los recientes descubrimientos de las ciencias humanas, de la psicología de las ciencias naturales, de la ecología, sugieren aproximaciones a problemas humanos y universales que siempre ha preconizado el Shivaísmo. «No está excluído que nuestra época pase a la posteridad como la primera que haya redescubierto "las experiencias religiosas difusas" , abolidas por el triunfo del Cristianismo... Se presiente que todos estos elementos preparan el florecimiento del nuevo humanismo que no será la réplica del antiguo pues, son sobre todo, las búsquedas de los orientalistas, de los etnólogos, de los psicólogos de las profundidades, de los historiadores de las religiones, las que deben ser, ahora, integradas para llegar a un conocimiento total del hombre.» Este conocimiento del hombre implica el del lugar que ocupa en la creación, el reconocimiento de sus límites, del papel que puede desempeñar en la jerarquía de los seres. El retorno a la sabiduría hindú aparece como la única vía que puede asegurar un rápido respiro a una humanidad que corre hacia su pérdida
a un ritmo que se acelera sin cesar.
Según René Guénon: «Sólo se trataría pues, en resumidas cuentas, de una reconstitución de lo que existió antes de la desviación moderna, con las necesarias adaptaciones a las condiciones de otra época... Oriente puede perfectamente acudir en ayuda de Occidente, siempre-que éste lo desee, no para imponerle concepciones que le son extrañas, como algunos parecen temer, sino para ayudarle a encontrar su propia tradición cuyo sentido ha perdido.»
SHIVA Y DIONISOS
Alain Daniélou (Kairos)
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